Entrado el siglo XXI, son todavía muchos los herreños que recuerdan su isla sin una sola carretera; por el contrario, son muchos más los que no se han movido en la isla sino por carreteras y por pistas, naturalmente en coche. En ese tránsito que va del ayer al hoy, las vías de comunicación han revolucionado las costumbres de los herreños y, con ellas, su cultura.
Pero la ausencia de carreteras no significaba ausencia de vías de comunicación: estaban los caminos que surcaban la isla de parte a parte. Son tantos esos caminos y de tan dificultoso trazado, que al pensar en su construcción pareciera que los herreños no pudieron hacer otra cosa en su vida que caminos; y en parte así fue, en efecto, pues los caminos no nacieron todos de una vez, sino paulatinamente, al tiempo que la necesidad los requería. Se puede decir que nacieron para cumplir una función determinada, que primero fue la necesidad y después el camino, y no al revés. Primero, empezarían siendo simples sendas, trazadas al tuntún del un caminar que quería llegar a una parte concreta, detrás del ganado o en busca del ganado, bordeando una montaña o atravesando un barranco, detrás de una huellas ya marcadas o abriendo por vez primera la trocha del monte. Esas sendas empezaron en la prehistoria y las hicieron los herreños antiguos, pero las siguen utilizando los herreños modernos. La mayoría se quedaron en lo que fueron, simples sendas; pero otras se convirtieron en caminos, ampliados sus límites, asegurados sus contornos, modificados sus trazados y allanados sus suelos. A los que iban de mar a cumbre, o al revés, se les llamó Caminos Reales, y a todos en general Caminos de Herradura porque sirvieron, además, para el tránsito de animales y para el transporte de mercancías. A los más importantes se les puso, además, calzada y paredes, es decir, suelo empedrado y muros de piedra seca a los dos lados del camino que delimitaban su trazado y los separaban de fincas y cercados, impidiendo que los animales salieran de él. Por último, algunos caminos han servido para que sobre su viejo trazado surgieran las modernas carreteras, aprovechando desmontes y los terrenos públicos por ellos ocupados, pero sobre todo aprovechando el inteligente trazado que tenían.
Los Caminos Reales de El Hierro son una parte muy importante del patrimonio histórico y cultural de la isla, por ello, los caminantes que se han propuesto recorrerlos deben ser sus mejores protectores y cuidadores, procurando no dañar sus estructuras y arreglando en lo posible los desperfectos que se encuentren. Quien ha decidido conocer la isla a través de sus Caminos, manifiesta una actitud especial ante la geografía, pero también ante la historia, queriendo verlas ambas de distinta manera a como se ven desde la carretera y el coche. Y esa sensibilidad ecológica y cultural debe plasmarse en el especial respeto a unas vías que van a ser transitadas por otras personas. El paisaje de la isla es muy sensible a cualquier ataque, y su capacidad de recuperación muy baja. Por eso debe extremarse el cuidado y respeto a su flora y fauna, a la conservación de muros y estructuras de los Caminos, a grifos y fuentes acondicionadas para los excursionistas, a la limpieza de los suelos, procurando no tirar desperdicio alguno y recogiendo los que se encuentren depositándolos en las papeleras y contenedores de los Caminos o en las entradas a las poblaciones. Y debe respetarse la propiedad privada en huertas y cercados, sin traspasar ni dañar sus paredes y cancelas. En suma, los excursionistas deben ser los más y mejores conservadores del medio ambiente.